Y fue esa noche donde las manos de mi amante jugaron con la desnudez de mi cuerpo.
Estaba desesperada y ansiosa porque se llegara a mi, a mis más íntimos y ocultos deseos, porque es él y solamente él quien provoca mis más bajas pasiones...
Sin más preámbulo mi amante inicio la travesía desde mis senos hasta mi ombligo, jugaba un poco y con sus dedos apretaba mis pezones, los pellizcaba en lo que su boca se perdía en las mieles de mi humedad.
Sus labios hacían fiesta y él bebía de mi néctar, como los osos a la miel, y nuevamente sube lento besando cada centímetro de mi piel, hasta que por fin se une su boca y la mía en un beso profundo y apasionado, donde le entregue el alma.
Y lentamente introduce su virilidad en mi, así acompañándolo de un vaivén que erizaba mi piel y estremecía mi ser.
Y al culminar nuestra noche de entrega se aferra a mi cadera para enloquecerme con sus movimientos fuertes e intensos.
El clamor final llega acompañado de un suspiro y dos cuerpos desnudos, abrazos, húmedos y calientes en pleno éxtasis.
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