Y fue en esa noche, cuando fuimos uno, donde besé tu piel y abracé tu alma, donde sentí tu boca y el sabor de ella, sentí tu aroma impregnada en mi ser...
Ahí fue donde dibujé tu silueta bajo esas sábanas blancas, y nuestros cuerpos se unían, dos bocas se mordían, y dos corazones latían ardientemente...
Te busqué en lo profundo de tu intimidad, con los labios húmedos de tu virilidad, y tú, con tu boca inquieta llegaste y tomaste mi néctar, fue ahí cuando perdí la razón y rompí ese momento en un grito, humedeciendo aún más las sábanas...
Así inundamos la habitación de nuestros deseos, unidos a gemidos de placer...
Cuán hermoso fue ver nuestros cuerpos reflejado en los cristales, frente al reflejó de la luna que iluminaba nuestros cuerpos desnudos, húmedos, ardientes y fogosos...
No hay pasión como esa, la que nos quemó y consumió todos nuestros deseos guardados...
Y temblando terminamos nuestro sueño impuro abrazados hasta llegar el alba...
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